Noticias - Instituto Geofísico - EPN

27 de noviembre de 2010

Benjamin Bernard - 27 de noviembre de 2010

 

Como es de conocimiento público, el volcán Tungurahua se reactivó la tarde del lunes 22 de noviembre y continúa en actividad. Desde entonces se han registrado entre 4 y 16 explosiones diarias, las cuales han estado acompañadas de bramidos moderados.

Por tal motivo, el evento eruptivo actual se caracteriza por una explosividad limitada en comparación con otros anteriores. Sin embargo, la actividad de emisiones observada visualmente desde el OVT en Guadalupe -y aquella inferida desde la sismicidad registrada- muestra una constante generación de columnas de gases y vapor de agua con un contenido moderado de ceniza. Dichas columnas han alcanzado alturas entre 1 y 3,5 km sobre el nivel del cráter y son transportadas por el viento hacia el suroccidente.

La consecuencia directa de esta emisión de material y gases volcánicos es la presencia de ceniza en las poblaciones cercanas al volcán y, debido a las alturas considerables de las columnas y la velocidad del viento relativamente elevada, durante la mañana de hoy se ha podido observar nuevamente en las imágenes satelitales que la pluma de emisión se mantiene por decenas de km en la dirección antes indicada, es decir, hacia la ciudad de Guayaquil. Debido a la pérdida de ceniza en la pluma por dispersión o precipitación durante el transporte con el viento, el contenido de ceniza disminuye con la distancia desde el volcán, lo que hace improbable una caída de ceniza en la ciudad de Guayaquil. Sin embargo, en vista de que la pluma atraviesa una zona de rutas aéreas importante, es necesario tener en cuenta que por el efecto que la ceniza puede tener en el funcionamiento normal de las aeronaves, pese a que su concentración sea débil como en el caso actual, no es recomendado por las autoridades aeronáuticas internacionales atravesar dichas plumas por parte de las aeronaves.

La emisión de gases, vapor y ceniza se ha mantenido constante durante el resto de la mañana y hasta pasado el mediodía, con un contenido moderado a bajo de ceniza en la pluma. Los vientos han variado un poco su velocidad y dirección desde el suroeste hacia más al oeste y la pluma ya no es identificable en las imágenes satelitales.

El IG sigue comunicando de manera directa a la Secretaria Nacional de Gestión del Riesgo y a la Dirección de Aviación Civil (DAC) sobre la actividad actual del Tungurahua.

 

SH/PR/PP/HY

OVT/IG-EPN

27 de noviembre de 2010, 14:00

Después del devastador terremoto del 12 de enero de este año, que dejó alrededor de 250 mil muertos y una enorme destrucción de la infraestructura pública (incluidos hospitales), Haití está siendo azotado por una epidemia de cólera. El terremoto de febrero agravó la falta de recursos, institucionalidad y organización social para enfrentar problemas de salud pública como este.

Según la agencia EuropaPress, el número de fallecidos por cólera en Haití ha alcanzado los 1.344, según un nuevo balance del Gobierno haitiano divulgado este lunes y que eleva a casi 57.000 la cifra total de contagiados.

El informe, relativo al pasado 19 de noviembre, calcula en el 2,4 por ciento la tasa de mortalidad a causa de la enfermedad, que podría llegar a afectar en los próximos meses a cientos de miles de personas. Por departamentos, el más afectado sigue siendo el de Artibonite, donde han fallecido 655 personas.

Aunque las estimaciones iniciales cifraban en unos 200.000 el número de haitianos que podría contagiarse del cólera, detectado en el país caribeño hace alrededor de un mes, la evolución de la enfermedad hace temer mayores contagios.

"Después de ver cómo se comporta la bacteria en este entorno, con esta gente, y después de ver lo pobres y hambrientos que están, sabemos que tendremos que revisar al alza nuestros números", admitió en declaraciones a la CNN la portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Nyka Alexander.

Con el objetivo de propiciar el encuentro de los investigadores nacionales y de las autoridades en las áreas de las ciencias aplicadas al conocimiento de los riesgos naturales y antrópicos (inundaciones, sequías, tsunamis, terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos y otros), este miércoles 24 de noviembre se inaugurará en la Universidad Estatal Península de Santa Elena el Primer Congreso Nacional de Ciencias Aplicadas al Conocimiento de los Riesgos Naturales y Antrópicos.

Este congreso busca, además, establecer el estado de la investigación científica a escala nacional en disciplinas tales como la oceanografía, la hidrología, la hidráulica, la meteorología, la sismología y la vulcanología, entre otras,  para sobre esa base potenciar políticas de gestión de riesgos y líneas de investigación acordes con la realidad geográfica y social ecuatoriana.

Entre los organizadores de esta experiencia pionera se encuentran la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología, la Escuela Superior Politécnica del Litoral, el Instituto Oceanográfico de la Armada, la Universidad Estatal Península de Santa Elena, la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, la Universidad Estatal de Cuenca, la Secretaría Nacional del Agua, el Instituto Nacional de Pesca y el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología.

Veinticinco presentaciones sobre diversos temas sísmicos y volcánicos serán presentadas en este Congreso por las científicas y los científicos del Instituto Geofísico. Entre ellas, pueden mencionarse la ponencia “Resultados preliminares de una red de estaciones multiparamétricas en el noroeste del Ecuador y su contribución al conocimiento del peligro sísmico en el Ecuador”, a cargo de Hugo Yepes; “El Pasado es la Clave para el Futuro: Impactos de Futuras Erupciones Volcánicas en el Ecuador”, por Minard P. Hall; “Distribución de cenizas volcánicas Holocénicas tardías en la Costa del Ecuador”, por Silvia Vallejo; “Variaciones en la Matriz de Lahares del Volcán Cotopaxi y sus Implicaciones en el Nivel de Amenaza”, por Patricia Mothes.
Este domingo 13 de noviembre, la hermana república de Colombia recuerda 25 años de la llamada “tragedia de Armero”, producto de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, el 13 de noviembre de 1985. Ese día la ciudad de Armero, en el departamento del Tolima, fue arrasada por varios flujos de lodo y escombros (llamados lahares en el argot vulcanológico) ocasionados por la fusión de parte del casquete glaciar del Nevado del Ruiz. De acuerdo con diferentes fuentes, entre 23 mil y 26 mil personas murieron por esos flujos. A estas pérdidas humanas habría que sumar, según el blog de Yefry Vargas (http://yefrybart18.blogspot.com), “20 611 damnificados y heridos, muchos de ellos mutilados y gravemente afectados, por no decir impactados psicológicamente, e incalculables pérdidas económicas (4 400 viviendas, 19 puentes, 1 400 millones de dólares del comercio).” Fue la mayor tragedia relacionada con un fenómeno natural en la historia de Colombia y la segunda erupción con más víctimas en la historia moderna (solo superada por la erupción de la Montaña Pelée en Martinica, en 1902).

A 25 años de estos hechos, el tema que quizás merezca mayor énfasis es que el desastre pudo haberse evitado, ya que desde noviembre de 1984 las autoridades locales y nacionales de Colombia habían recibido advertencias por parte de múltiples organismos vulcanológicos, moradores y andinistas, que, desde septiembre de 1984, observaron los primeros indicios de actividad volcánica. Sin embargo, tales advertencias no merecieron la atención necesaria por parte de las autoridades o fueron consideradas “alarmistas”.

A fin de fomentar una cultura de prevención entre los ecuatorianos frente a la eventual ocurrencia de un terremoto, el Instituto Geofísico ha publicado una serie de materiales de mano llamado “Ecuador actúa seguro ante un temblor”.

Los dos primeros trípticos que componen esta serie, disponibles en castellano versiones y kichwa, guían al público sobre las medidas que deben tomarse permanentemente con el objetivo de estar preparados para cuando ocurra el próximo temblor, a fin de reducir al mínimo los efectos de un sismo sobre las personas y la infraestructura. Asimismo, proponen al lector una serie de sencillas acciones que deben tomarse el momento en que se produzca el temblor, con especial énfasis en el “Agáchese, cúbrase y agárrese”. Finalmente, refuta la validez del llamado “triángulo de la vida” como medida de protección durante un terremoto.

Los dos siguientes impresos, que saldrán en las próximas semanas, presentan un panorama general de lo que ocurre en Ecuador en materia de seguridad constructiva frente a un eventual sismo. Describen de manera didáctica las principales “enfermedades” que padecen las construcciones en nuestro medio y, por último, proponen una serie de medidas para “prevenir” y “curar” dichas “enfermedades”, en la perspectiva de que el factor que más víctimas genera durante un terremoto no es la magnitud ni la profundidad, sino la mala calidad de las construcciones.

Las instituciones u organizaciones interesadas en conseguir este material gratuitamente, pueden llamar al teléfono 02 225655 ext 108 y preguntar por Gerardo Merino o Liliana Troncoso o escribir su pedido al correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. explicando a quiénes y de qué manera va a ser distribuido.